miércoles, 24 de julio de 2024
Una carta desde Cuenca
A través de mi colega, el historiador Miguel Ángel Peña, me llega esta carta fechada en Cuenca el 6 de octubre de 1931. Su autor es un celebre catedrático de Ciencias Naturales, Juan Jiménez de Aguilar Cano, autor de una "Guía de la Ciudad Encantada" y en los años de la guerra, responsable de la salvaguardia del patrimonio histórico-artístico conquense.Nacido en 1876 y fallecido en 1947, militante socialista como puede verse en su ficha en el Diccionario biográfico de la Fundación Pablo Iglesias. El destinario es el director del instituto de Córdoba, su buen amigo Antonio Jaén Morente, a quién le pide ayuda ante una reclamación de unas cargas económicas de unas fincas de Cabra sujetas a su correspondiente pago al Colegio de la Asunción cordobés, del que también era director su amigo, el historiador y político Antonio Jaén Morente. No sabemos como terminó el asunto, pero hay un párrafo que llama nuestra atención y es en el que le dice que no puede desplazarse a Córdoba "por las circunstancias por las que atraviesa Andalucía y la distancia en que me encuentro". Debe referirse a las tensiones y conflictos sociales del sur, que como una pesadilla no dieron margen de acción a un gobierno republicano aún en los primeros momentos de su proyecto reformista. Hay que leer con atención este tipo de documentos, que en principio parecen intrascendentes y que sin embargo tienen mucha miga dentro.
viernes, 19 de julio de 2024
El temblor de las palabras
Dedicado más de veinte años al estudio de la vida y la obra de Antonio Jaén Morente, me sobrecojo y emociono con cualquier nuevo hallazgo documental con él relacionado. Poco a poco, hemos ido reconstruyendo su vida. Compulsivo escritor de cartas, sobre todo cuando está en el exilio tras la guerra, no sería mala idea recopilarlas y darlas a conocer en un libro monográfico. Cartas que él escribe con pasión, donde las palabras tiemblan; cartas que espera recibir pues ansía noticias de Córdoba y España, de sus amigos y familia.
Ayer, 18 de julio, vaya fecha, el historiador cordobés Miguel Ángel Peña puso generoso en mis manos viejos papeles de don Antonio y entre ellos dos cartas. La más interesante es la que le remite desde Cuenca en octubre de 1931 su colega Juan Jiménez Cano, catedrático y estudioso del patrimonio artístico y natural, que merecerá un estudio más sosegado.
jueves, 11 de julio de 2024
Juliano de Lopera
Una visita al Archivo Municipal de Lopera, de la mano de Pantoja, su diligente director, me depara una sorpresa.Una carta de 1546 del rey don Felipe II a l la villa sobre un caballo de allí, que respondía al nombre de Juliano. Se trata de un semental, no sé si blanco, negro o alazán dotado de una especial habilidad y potencia para echar o montar a las yeguas del rey.
El monarca se preocupa de que esté bien alimentado y cuidado, con una vida sosegada pero no holgazana, que haga ejercicio y se mantenga en la tensión necesaria para la cópula. Me gusta esta visión del Rey Prudente preocupado por la vida sexual y la salud reproductiva de sus yeguas, no sólo por motivaciones económicas sino por el enorme prestigio que proporcionaba la cría caballar en la Castilla de la época. Tenemos del Austria la visión un tanto negra, como solía vestirse en su etapa final, con el rosario entre las manos y dedicado a sus rezos o bien sumergido en un océano de papeles para el gobierno personal del Imperio. Pero no nos olvidemos que también fue joven, que tuvo cuatro matrimonios y amplia descendencia más dos amantes de gran belleza, doña Isabel de Osorio a la que premió con unas jugosas rentas de unos juros de Córdoba y la enigmática princesa de Ebolí, que terminó siendo su enemiga y cayó en desgracia.
Me imagino a este equino como un macho portentoso, tan bien criado en esta pequeña villa de Lopera, la del calatravo castillo y en medio de una ferez campiña de trigo, vides y olivos.
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