miércoles, 27 de noviembre de 2019

Los Tres Reyes

Para conocer una ciudad no basta solo visitar el centro, pasear por los bulevares y grandes avenidas, contemplar los monumentos....hay que ir a los barrios donde vive la gente humilde y sencilla con sus desvelos y pequeñas alegrías: la partida de dominó en el bar, los piropos que a las amas de casa echan los vendores en las plazas de abastos, los puestos de fruta, los mercaillos. En Córdoba sin ir más lejos: Cañero, Fuensanta, Viñuela, Realejo y por supuesto el Sector Sur. Ana, mi mujer, que sabe de mi afición por estas otras geografías, me está ayudando a recomponer la historia del negocio familiar fundado por mi suegro, Luis Moreno, un auténtico capitán de empresas, en la calle Úbeda; por eso cuando ha encontrado esta foto de Los Tres Reyes, ha pensado que podría ser la ocasión de retomar este proyecto.Era una tienda de juguetes, mercería, lencería, perfumería y ropa tanto de caballero como señora así  como de bebés.Abrió en 1963 pero, al jubilarse Luis, cerró en 1995.Recuerdo que ayudé a mi suegro a desmontarla pues se iba a alquilar el local y conservo de esa operación de desahucio un tren en miniatura y un pequeño fondo documental de la correspondencia comercial.De vez en cuando la remiro, pensé escribir un libro pero no tuve éxito, siendo otro más de mis proyectos fracasados.
Hace poco volví al Sector Sur, hoy muy depauperado y envejecido, anduve por sus calles y me acerqué a un cine abandonado, creo que era el Córdoba, para ver si había suerte y proyectaban para mí alguna película de aquellos años felices de mi infancia y juventud ya perdida. Cuando ya me iba, un gitano que vendía ajos se acercó a mí y me dijo:Cómprame una bolsa, padre, que cuestan solo un euro.

lunes, 25 de noviembre de 2019

Magallanes

Viví quince años en Sanlúcar de Barrameda, principio y fin del mundo.Allí  oí hablar de este nauta
 luso, que se puso al servicio de Carlos V para  trazar una ruta hacia la Especiería, que conllevaba un viaje de circunnavegación del globo terráqueo.Leí el libro de Zweig, conocí la aventura del submarino Tritón que en los años sesenta del siglo XX siguió sus pasos a través de los océanos. La aventura de aquellos intrépidos marinos, sigue despertando mi admiración; pero, náufrago de mi mismo, remonté el río hacía Cordoba y perdí el mar, la playa, el poniente soplando en mi cara y la fragancia del vino en las bodegas.Pero nadie me puede impedir soñar ser un grumete, que se ha colado en los barcos, para emular a Pigafetta y escribir de nuevo la crónica de aquellos héroes.