jueves, 11 de julio de 2024
Juliano de Lopera
Una visita al Archivo Municipal de Lopera, de la mano de Pantoja, su diligente director, me depara una sorpresa.Una carta de 1546 del rey don Felipe II a l la villa sobre un caballo de allí, que respondía al nombre de Juliano. Se trata de un semental, no sé si blanco, negro o alazán dotado de una especial habilidad y potencia para echar o montar a las yeguas del rey.
El monarca se preocupa de que esté bien alimentado y cuidado, con una vida sosegada pero no holgazana, que haga ejercicio y se mantenga en la tensión necesaria para la cópula. Me gusta esta visión del Rey Prudente preocupado por la vida sexual y la salud reproductiva de sus yeguas, no sólo por motivaciones económicas sino por el enorme prestigio que proporcionaba la cría caballar en la Castilla de la época. Tenemos del Austria la visión un tanto negra, como solía vestirse en su etapa final, con el rosario entre las manos y dedicado a sus rezos o bien sumergido en un océano de papeles para el gobierno personal del Imperio. Pero no nos olvidemos que también fue joven, que tuvo cuatro matrimonios y amplia descendencia más dos amantes de gran belleza, doña Isabel de Osorio a la que premió con unas jugosas rentas de unos juros de Córdoba y la enigmática princesa de Ebolí, que terminó siendo su enemiga y cayó en desgracia.
Me imagino a este equino como un macho portentoso, tan bien criado en esta pequeña villa de Lopera, la del calatravo castillo y en medio de una ferez campiña de trigo, vides y olivos.
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